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a través del tiempo... Tjas huellas de nuestro paso, marcadas en la arena insensible, se borran, sin embargo, con el leve soplo que levanta el manto de los fellahs.

Entramos en las pequeñas salas laterales, llenas en lo alto de misteriosas aberturas. Hay quien opina que allí se ocultaba el sacerdote para pronunciar el oráculo. Maspero nos dice : «El oráculo era una cosa natural, y el ser profeta un oficio como cualquier otro ; el sacerdote no tenía por qué esconderse al interpretar el pensamiento divino. Probablemente, esos nichos profundos eran para encubrir las mejores riquezas y, sobre todo, las telas.» Y en efecto, la obscuridad es el modo aun hoy usado en Egipto para defender de los insectos los trajes ; y es tal la masa de sombra de estas concavidades llenas de inesperada frescura, que la luz, en vez de atravesarlas, parece huir despavorida.

En el centro de las sombrías capillas, rodeado de ellas como por una corte, está el Santo de los Santos. Allí no penetraban sino el faraón y los sacerdotes, y de allí salía la barca sagrada en las grandes solemnidades. Ella era la representación viva de la invisible barca en que el sol, según la cosmogonía egipcia, bogaba sobre el mar que rodea al mundo.

Salimos del templo de Khonsu a recorrer la