te, del levante, del mediodía y del norte, que con Horo, hijo de Osiris, el rey Ramsés III ha vuelto a tomar la doble corona.»
Desde el pabellón del templo se ven surgir, netos y dominantes, los colosos de Mennón, que resplandecen al sol, amarillentos, sobre el mar ondulante de los trigos verdes. Representan al rey Amenhotpu III ; custodiaban un templo, y las estatuas que eso hacían eran llamadas, en general, Mennu por los egipcios. Confundiendo nombres, los griegos creyeron reconocer en ellos al etíope Mennón, hijo de Tithón y de Eos, que fué muerto por Aquiles, vengador así, según el mito homérico, de Antíloco, hijo de Néstor.
Un terremoto echó por tierra el templo y respetó las estatuas en la integridad de sus diez y nueve metros de altura. Pronto, sobre las ruinas, se oyó en el coloso meridional un sonido saludando a la aurora. La noticia corrió con el asombro del prodigio. Los egipcios creyeron que el arpa de las elegías, resucitando en pétreos labios, exhalaba una queja, al contemplar con el sol la caída lastimosa de su templo. Mas los griegos respondieron : «Mennón era hijo de Eos, es decir, de la Aurora, y con lamentos saluda a su madre, que, acariciándole con rayos, le cubre de lágrimas de rocío.» Se formaron