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Página:La voz del Nilo (1915).djvu/30

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Aquellas misteriosas sombras de carne y hueso que nos andan persiguiendo, están allí en inaccesible torreón. Los muchrabiyehs aparecen con rejas tupidas : quizás hasta el sol, por ser masculino, no debe meter en el serrallo sus narices de luz indiscreta. Dar ojos al pensamiento sin duda es falta que el Corán anota, pues aunque de todo punto es imposible ver, un eunuco nos echa con ademanes que no pueden clasificarse entre los gestos amables.

En el corredor encontramos al novio. Sube a casarse, y sólo después de la ceremonia, siguiendo el precepto de su religión, levantará el velo de la desposada. Las señoras que ya la han visto tienen ganas de advertirle caritativamente que es muy fea... A poco desciende. No parece impresionado por el descubrimiento. Adiós ilusiones sobre un cortejo interesante. Nos hablaron del desfile de la novia, bajo un baldaquino de púrpura, entre una lluvia de flores. Los eunucos, abanicando con grandes palmas de plumas, debían rodearla, precediendo a la familia y a docenas de amigas, envueltas en hermosos sebleks de ceremonia. Así se conduce al baño a la recién casada.

En cambio de eso, los convidados forman dos compactas filas. La marcha real suena cuando llega el novio al pie de la escalera. Este reco-