casi de regla. Mas es curioso el trabajo en mármol : hay que palparlo para cerciorarse de que, siéndolo, ha tenido tanta ductilidad, ¡ Quién sabe si algún hechicero de Las mil y una noches no esculpió los sepulcros en finas maderas, petrificándolos después con un soplo!...
El de Tewfik Bajá es, sobre todo, admirable por la paciente habilidad que demuestra. Sus únicos matices, oro y azul sombrío, le dan un aspecto severo, que lo aparta un tanto de los otros. Los epigramas que narran las glorias del muerto se armonizan, por modo inimitable, con el carácter del monumento. Poned esas inscripciones en letras latinas, y serán un parchazo entre las flores y bordados de la piedra cincelada. La escritura árabe es una como explosión de nuevas fantasías del cincel, enlazándose a los giros de los ornamentos en el ardor de la misma fiebre. Y así, el sepulcro que, en vez del de un general, parece el de una princesa, antojase narrando con las letras una historia que, siendo la leyenda de la muerta, es un sueño mágico del alfabeto.
Dejamos las tumbas de los Mamelucos para ir a ver las de los Califas. Estos grandes sultanes dejaron una verdadera ciudad consagrada a sus cuerpos. Es realmente hermoso mirar la necrópolis desde una altura. Mezquitas y mo-