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Obras de Julio Verne
Juan Picaporte

impresion de una cáscara de caracol alumbrada y calentada con gas, porque el hidrógeno carburado bastaba para todas las necesidades de luz y calor. Picaporte halló sin gran trabajo en el piso segundo el cuarto que le estaba destinado. Le convino. Timbres eléctricos y tubos acústicos le ponían en comunicacion con los aposentos del entresuelo y del principal. Encima de la chimenea había un reloj eléctrico en correspondencia con el que tenía Phileas Fogg en su dormitorio, y de esta manera ambos aparatos marcaban el mismo segundo en igual momento.

—No me disgusta, no me disgusta—decía para sí Picaporte.

Advirtió además en su cuarto una nota colocada encima del reloj. Era el programa del servicio diario. Comprendía—desde las ocho de la mañana, hora reglamentaria en que se levantaba Phileas Fogg, hasta las once y media en que dejaba su casa para ir á almorzar al Reform Club—todas las minuciosidades del servicio, el té y los picatostes de las ocho y veintitrés, el agua caliente para afeitarse de las nueve y treinta y siete, el peinado de las diez menos veinte, etc. A continuacion, desde las once de la noche—instantes en que se acostaba el metódico gentleman—todo estaba anotado, previsto, regularizado. Picaporte pasó un rato feliz meditando este programa y grabando en su espíritu los diversos artículos que contenía.

En cuanto al guardarropa del señor, estaba perfectamente arreglado y maravillosamente comprendido. Cada pantalón, levita ó chaleco tenía su número de orden, reproducido en un libro de entrada y salida, que indicaba la fecha en que, según la estacion, cada prenda debía ser llevada; reglamentacion que se hacía extensiva al calzado.

Finalmente, anunciaba un apacible desahogo en esta casa de Saville Row— casa que debía haber sido el templo del desorden en la época del ilustre pero crapuloso Sheridan— la delicadeza con que estaba amueblada. No había ni biblioteca ni libros que hubieran sido inútiles para míster Fogg, puesto que el Reform Club ponía á su disposicion dos bibliotecas, consagradas una á la literatura, y otra al derecho y á la política. En el dormitorio había un arca de hierro