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ne, nervios, fibras, sangre, humores, fluidos de distintas clases, pero ningun espíritu? ¿cómo puede concebir semejante despropósito un hombre sano de juicio?





CAPITULO VI.


Inmortalidad del alma; premios y recompesas de la otra vida.


L alma no muere con el cuerpo. Todos los pueblos de la tierra han creido siempre que despues de esta vida hai otra donde se premian las buenas obras, y se castigan las malas; y fuera bien extraño que el linaje humano en masa se hubiese engañado. Si esto no fuera verdad, ¿quién se lo hubiera dado á entender á todos los hombres? Esto prueba que Dios le enseñó así á los primeros padres, y que por tradicion se ha ido trasmitiendo á todos los tiempos y paises; de otra manera no es posible concebir como hombres de tan diferentes épocas, distintos climas, diversas ideas y costumbres, hayan podido todos con-