En el laboratorio habitual, que presentaba al mismo tiempo un vago aspecto de cerrajería, y en cuya atmósfera flotaba un dejo de cloro, empezó la conferencia.
Con su voz clara de siempre, su aspecto negligente, sus manos extendidas sobre la mesa como durante los discursos psíquicos, nuestro amigo enunció esta cosa sorprendente:
— He descubierto la potencia mecánica del sonido.
"Saben ustedes, —agregó, sin preocuparse mayormente del efecto causado por su revelación— saben ustedes bastante de estas cosas para comprender que no se trata de nada sobrenatural. Es un gran hallazgo, ciertamente, pero no superior á la onda hertziana ó al rayo Roentgen. A propósito —yo he puesto también un nombre á mi fuerza. Y como ella es la última en la síntesis vibratoria cuyos otros componentes son el calor, la luz y la electricidad — la he llamado la fuerza Omega".
— Pero el sonido no es cosa distinta?... preguntó el médico.
— No, desde que la electricidad y la luz están consideradas ahora como materia. Falta todavía el calor; pero la analogía nos lleva rápidamente á conjeturar la identidad de su naturaleza, y veo cercano el día en que se demuestre este postulado