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EL ORIGEN DEL DILUVIO
Nadie intentaba moverse, ante el espantoso hormigueo de tentáculos de sombra que se sentía alrededor, y no sé cómo hubiera acabado eso, si la médium no implora con voz desfallecida:
—Luz, luz Dios mío!
Tuve fuerzas para saltar hasta la llave de la luz eléctrica; y junto con su rayo, la masa de sombra estalló sin ruido, en una especie de suspiro enorme.
Mirámonos en silencio.
Algo como un lodo heladísimo nos cubría enteramente, y aquello habría bastado para prodigio, si al acudir á su lavatorio, Skinner no realiza un hallazgo más asombroso.
En el fondo de la palangana, yacía no más grande que un ratón, pero acabada deformas y de hermosura, irradiando mortalmente su blancor, una pequeña sirena muerta.