Estas consideraciones que en nada afectan á las ideas científicas y filosóficas de nuestra época, son necesarias para que se comprenda mejor la exposición del sistema cosmogónico.
Un universo que nace, es el producto de un universo que fué, y basta para demostrarlo, que ese universo haya nacido: ex nihilo nihil.
Los universos acaban como manifestación material, convirtiéndose en energía pura según la ley fundamental de la vida, y en este último estado permanecen por una duración equivalente á la que tuvieron como materia. Esta duración, que respecto á la materia es un reposo absoluto en el cual no hay tiempo ni ninguna otra idea proveniente de la relación de magnitudes, pues al no existir la materia no hay magnitud de ningún género—esta duración es la eternidad. Eternidad significa, como es sabido, ausencia de tiempo.
Semejante estado, que es el no existir de que hablábamos más arriba, es un estado inconcebible como decíamos también. Hay, pues, una imposibilidad absoluta para especular á su respecto. Sólo podemos saber que es energía incondicionada.
Los antiguos decían que las tinieblas son luz absoluta; y siendo la luz una forma de energía, la forma más elevada mejor dicho para nuestra percepción, luz pura, es decir, energía pura, equi-