raleza del cuerpo estudiado solamente; pero cuando el sensitivo cree que la cantidad influye, aumenta el efecto, pues toda creencia es una volición. Un péndulo, ante el cual el sujeto opera sin conocer las variaciones de cantidad, confirma á Rutter. Desaparecida la alucinación...
—Oh, ya tenemos aquí la alucinación, dijo mi interlocutor con manifiesto desagrado.
—No soy de los que explican todo por la alucinación, á lo menos confundiéndola con la subjetividad, como frecuentemente ocurre. La alucinación es para mí una fuerza más que un estado de ánimo, y así considerada, se explica por medio de ella buena porción de fenómenos. Creo que es la doctrina justa.
—Desgraciadamente es falsa. Mire usted, yo conocí á Home, el médium, en Londres, allá por 1872. Seguí luego con vivo interés las experiencias de Crookes, bajo un criterio radicalmente materialista; pero la evidencia se me impuso con motivo de los fenómenos del 74. La alucinación no basta para explicarlo todo. Créame usted, las apariciones son autónomas...
—Permítame una pequeña digresión, interrumpí—encontrando en aquellos recuerdos una oportunidad para comprobar mis deducciones sobre el penonaje; quiero hacerle una pregunta, que no