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Alberto— y supondré para ello que la Tierra comienza á caer sobre el Sol un día primero de año, que es la época en que ambos astros se hallan á menor distancia uno de otro. Bueno es que os advierta que la suposición de que la Tierra pudiera caer sobre el Sol sin que en el momento de comenzar esa caída hubiese sufrido con cualquier otro astro un choque de funestas consecuencias para la vida de la humanidad, es ya muy aventurada; pues como os hice notar en otra ocasión, el solo hecho de detenerse la Tierra en su vuelta alrededor del Sol determinaría la producción de un calor capaz de convertirla en ascua. Mas prescindamos de esto y demos por sentado que la Tierra comienza á caer sobre el Sol conservando su movimiento de rotación, que es el que da origen al día y á la noche.

Durante los diez primeros días de Enero apenas se sentiría esta caída en el hemisferio Norte; pero en el Sur aumentaría el calor del estío tres ó cuatro grados sobre lo usual. Ya hacia el 20 de Enero habría avanzado la Tierra en su caída al Sol sobre 16 millones de kilómetros, y una temperatura primaveral reemplazaría á los fríos del invierno. Esa temperatura iría aumentando progresivamente en los siguientes días; las plantas empezarían á desarrollarse con una inusitada rapidez; las mareas serían mucho más altas que de costumbre, y el día último de Enero, el disco del Sol enviaría á la Tierra dos veces más luz que de ordinario, y la temperatura empezaría á ser calurosa. Esto en nuestro hemisferio, pues en el meridional ya no