lo que sería de nosotros con semejante sacudida, que por el pronto prolongaría desmesuradamente la atmósfera, y las aguas del mar y de los ríos, hacia la parte oriental del mundo, formando una tromba inmensa en cuya parte media estarían todos los animales y vegetales horriblemente triturados, mientras en la parte inferior, pero á gran altura también, revolotearían en pedazos todas las casas del mundo, y una aglomeración inmensa de piedras y arenas. No cabe siquiera formar idea aproximada de semejante estrago. Bien puede decirse que crujiría todo el armazón de nuestro viejo planeta. Y si todo esto, y mucho más que no cabe imaginar, ocurriría por la paralización brusca del movimiento de rotación, comparable al de las peonzas lanzadas por la hábil mano de un niño, ¿qué no sucedería si la Tierra se viese detenida de pronto en su movimiento de traslación en derredor del Sol, que, como antes os dije, es de treinta kilómetros por segundo? Gran parte de nuestro globo se haría pedazos, que volarían por el espacio en la dirección del movimiento anterior con una velocidad espantosa, y el resto se vería sometido por esta detención repentina á un calor tan violento, que se inflamaría súbitamente; con lo que nuestro mundo volvería á ser lo que sin duda fué en los primeros periodos de su existencia: un sol resplandeciente dotado de luz propia; una inmensa hoguera, que giraba en torno de otra hoguera más grande.
Pero os he entretenido demasiado con la explicación de hoy, y es tiempo ya de hacer un alto.