dad á esa pregunta?— repuso D. Alberto.—Nada se opone á que las haya, siempre que estén organizadas de tal manera, que puedan resistir un calor vivísimo y unos bruscos cambios de temperatura que nos matarían á nosotros. No hay razón alguna para que la Tierra, que, en comparación con otros, es un astro de escasa importancia, sea el único mundo que tenga el privilegio de la vida, y sobre todo de la vida inteligente, simbolizada en la humanidad. Además, la idea de que todos los mundos estén poblados, parece mucho más conforme á la bondad y grandeza de Dios, que la de limitar la vida á uno solo, y así lo declaran escritores religiosos de gran ciencia y mérito. Pero no es posible afirmar nada en este asunto con entera certidumbre; hay que limitarse á suposiciones más ó menos probables, y tener de todos modos en cuenta que, en el caso de que en los otros planetas haya seres vivientes, se diferenciarán mucho de los de aquí, pues estarán organizados con arreglo á las condiciones especiales de su mundo, de igual manera que los seres que poblaban la Tierra en los primeros períodos geológicos se diferenciaban mucho de los que hoy la habitan.
Después de Mercurio sigue, en el orden de distancia al Sol, el planeta Venus, situado á 108 millones de kilómetros del Sol y á 40 de la Tierra; de modo que es el planeta más próximo á nuestro mundo. Da la vuelta al Sol en doscientos veinticuatro días, y su eje de rotación se inclina en más de 60 grados, de modo que sus estaciones serán mucho más violentas que las nuestras, y á un ve-