superior y en la inferior presenta unas manchas redondeadas y blanquecinas.
—Esas manchas son hielos —dijo D. Alberto;— y si desde Marte viesen la Tierra con un buen anteojo astronómico, también observarían hacia los polos grandes extensiones heladas.
No hay que decir que Adela satisfizo también su curiosidad y observó durante muy largo rato esa hermosa estrella rojiza, que tantas veces había llamado su atención. Don Alberto siguió diciendo:
—Ahora que habéis ya contemplado á Marte, llamado así por su color, pues los griegos daban aquel nombre al dios de las batallas, añadiré algunas nociones á las que ya tenéis de ese astro. Se ha demostrado que el peso en su superficie es una mitad menor que en la de la Tierra; de modo que objetos que pesan aquí un kilogramo, transportados allá pesarían escasamente 500 gramos, y con el mismo esfuerzo que necesitamos para saltar una zanja de dos metros, saltaríamos allá otra de doble anchura. Con los excelentes anteojos y telescopios de que dispone la ciencia astronómica se ha podido estudiar muy bien la superficie de Marte y se han trazado mapas de la misma, en que están escrupulosamente representados sus mares y sus tierras. Así como nosotros tenemos una Luna, Marte tiene dos, que se descubrieron hace pocos años y son muy pequeñas. Una de ellas gira tan de prisa en torno de Marte, que sólo invierte en su revolución ocho horas, de modo que se la ve salir y ponerse tres veces cada día.