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HISTORIA DEL PESCADOR Y EL EFRIT

rar y arañarse la cara, y decir amargamente estos versos:


¡Partiste, ¡oh muy amado mío! y he abandonado á los hombres y vivo en la soledad, porque mi corazón no puede amar nada desde que partiste, ¡oh muy amado mío!

¡Si vuelves á pasar cerca de tu muy amada, recoge por favor sus despojos mortales, en recuerdo de su vida terrena, y dales el reposo de la tumba donde tú quieras, pero cerca de ti, si vuelves á pasar cerca de tu muy amada!

¡Que tu voz se acuerde de mi nombre de otro tiempo para hablarme en la tumba! ¡Oh, pero en mi tumba sólo oirás el triste sonido de mis huesos al chocar unos con otros!


Cuando hubo terminado su lamentación; desenvainé la espada, y le dije: «¡Oh traidora! sólo hablan así las infames que reniegan de sus amores y pisotean el cariño.» Y levantando el brazo, me disponía á herirla, cuando ella, descubriendo entonces que había sido yo quien hirió al negro, se puso de pie, pronunció unas palabras misteriosas, y dijo: «Por la virtud de mi magia, que Alah te convierta mitad piedra y mitad hombre.» É inmediatamente, señor, quedó como me ves. Y ya no puedo valerme ni hacer un movimiento, de suerte que no estoy ni muerto ni vivo. Después de ponerme en tal estado, encantó las cuatro islas de mi reino, convirtiéndo-