otro. Y cuando la copa estuvo en circulación, dijo el mandadero: «Hermanos nuestros, ¿lleváis en el saco alguna historia ó alguna maravillosa aventura con que divertirnos?» Estas palabras los estimularon, y pidieron que les trajesen instrumentos. Y entonces la más joven les trajo inmediatamente un pandero de Mosul adornado con cascabeles, un laúd de Irak y una flauta de Persia. Y los tres saalik se pusieron de pie, y uno cogió el pandero, otro el laúd y el tercero la flauta. Y los tres empezaron á tocar, y las doncellas los acompañaban con sus cantos. Y el mandadero se moría de gusto, admirando la hermosa voz de aquellas mujeres.
En este momento volvieron á llamar á la puerta. Y como de costumbre, acudió á abrir la más joven de las tres doncellas.
Y he aquí el motivo de que hubiesen llamado:
Aquella noche, el califa Harún Al-Rachid había salido á recorrer la ciudad, para ver y escuchar por sí mismo cuanto ocurriese. Le acompañaba su visir Giafar-Al-Barmaki[1] y el portaalfanje Masrur, ejecutor de sus justicias. El califa, en estos casos, acostumbraba á disfrazarse de mercader.
Y paseando por las calles había llegado frente á aquella casa y había oído los instrumentos y los ecos de la fiesta. Y el califa dijo al visir Giafar: «Quiero que entremos en esta casa, para saber qué son esas voces.» Y el visir Giafar replicó: «Acaso
- ↑ Al-Barmaki ó el Barmakida.