cia del amado, pronto nos pondrá el dolor á las puertas de la muerte!
Y tú, querido ausente, que has huido de las miradas de mis ojos cortando los lazos que te unían á mis entrañas,
Di, ¿conservas algún recuerdo de nuestro amor pasado, una huella pequeña que dure á pesar del tiempo?
¿O has olvidado, con la ausencia, el amor que agotó mi espíritu y me puso en tal estado de aniquilamiento y postración?
¡Si mi sino es vivir desterrada, algún día pediré cuenta de estos sufrimientos á Alah, nuestro Señor!
Al oir este canto tan triste, la mayor de las doncellas se desgarró las vestiduras, y cayó desmayada. Y la proveedora se levantó y le puso un vestido nuevo, después de haber cuidado de rociarle la cara con agua para que volviese de su desmayo. Entonces, algo repuesta, se sentó la joven en el lecho, y dijo á su hermana: «Te ruego que cantes más, para que podamos pagar nuestras deudas. ¡Aunque sólo sea una vez!» Y la proveedora templó de nuevo el laúd y cantó las siguientes estrofas:
¿Hasta cuándo durarán esta separación y este abandono tan cruel? ¿No sabes que á mis ojos ya no les quedan lágrimas?
¡Me abandonas! ¿Pero no crees que rompes así la