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HISTORIA DEL MANDADERO...

á nadie! Teme al rey de esta ciudad, que es el mayor enemigo de los tuyos y quiere vengarse de tu padre desde hace muchos años.»

Después me dió de comer y beber, y comimos y bebimos en la mejor compañía. Y pasamos parte de la noche conversando, y luego me cedió un rincón de la tienda para que pudiese dormir, y me trajo un colchón y una manta, cuanto podía necesitar.

Así permanecí en su tienda tres días, y transcurridos que fueron, me preguntó: «¿Sabes algún oficio para ganarte la vida?» Y yo contesté: «¡Ya lo creo! Soy un gran jurisconsulto, un maestro reconocido en ciencias, y además sé leer y contar.» Pero él replicó: «Hijo mío, nada de eso es oficio. Es decir, no digo que no sea oficio—pues me vió muy afligido—, pero no encontrarás parroquianos en nuestra ciudad. Aquí nadie sabe estudiar, ni leer, ni escribir, ni contar. No saben mas que ganarse la vida.» Entonces me puse muy triste y comencé á lamentarme: «¡Por Alah! Sólo sé hacer lo que acabo de decirte.» Y él me dijo: «¡Vamos, hijo mío, no hay que afligirse de ese modo! Coge una cuerda y un hacha y trabaja de leñador, hasta que Alah te depare mejor suerte. Pero sobre todo, oculta tu verdadera condición, pues te matarían.» Y fué á comprarme el hacha y la cuerda, y me mandó con los leñadores, después de recomendarme á ellos.

Marché entonces con los leñadores, y terminado mi trabajo, me eché al hombro una carga de leña, la llevé á la ciudad y la vendí por medio dinar.