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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

vertirme en cosa tuya. Te ruego que no me rechaces.» Y entonces me respondió: «Escucho y obedezco.» Al oirlo, me volví hacia mis hermanas y les dije: «No quiero más bienes que á este hombre. Desde ahora todas mis riquezas pasan á ser de vuestra propiedad.» Y me contestaron: «Tu voluntad es nuestro gusto.» Pero se reservaban la traición y el daño.

Continuamos navegando con viento favorable, y salimos del mar del Terror, entrando en el de la Seguridad. Aún navegamos por él algunos días, hasta llegar cerca de la ciudad de Basrah, cuyos edificios se divisaban á lo lejos. Pero nos sorprendió la noche, hubimos de parar la nave y no tardamos en dormirnos.

Durante nuestro sueño se levantaron mis hermanas, y cogiéndonos á mí y al joven, nos echaron al agua. Y el mancebo, como no sabía nadar, se ahogó, pues estaba escrito por Alah que figuraría en el número de los mártires. En cuanto á mí, estaba escrito que me salvaría, pues apenas caí al agua, Alah me benefició con un madero, en el cual cabalgué, y con el cual me arrastró el oleaje hasta la playa de una isla próxima. Puse á secar mis vestiduras, pasé allí la noche, y no bien amaneció, eché á andar en busca de un camino. Y encontré un camino en el cual había huellas de pasos de seres humanos, hijos de Adán. Este camino comenzaba en la playa y se internaba en la isla. Entonces, después de ponerme los vestidos ya secos, lo seguí hasta llegar á la ori-