me los ojos con khol. Y he aquí que volvió la vieja y me dijo: «¡Oh señora mía! ya está la casa llena de damas, parientes del esposo, que son las más linajudas de la ciudad. Les avisé de tu segura llegada, se alegraron mucho, y te esperan con impaciencia.» Llevé conmigo algunas de mis esclavas, y salimos todas, andando hasta llegar á una calle ancha y bien regada, en la que soplaba fresca brisa. Y vimos un gran pórtico de mármol con una cúpula monumental de mármol y sostenida por arcadas. Y desde aquel pórtico vimos el interior de un palacio tan alto, que parecía tocar las nubes. Penetramos, y llegadas á la puerta, la vieja llamó y nos abrieron. Y á la entrada encontramos un corredor revestido de tapices y colgaduras. Colgaban del artesonado lámparas de colores encendidas, y en las paredes había candelabros encendidos también y objetos de oro y plata, joyas y armas de metales preciosos. Atravesamos este corredor, y llegamos á una sala tan maravillosa, que sería inútil describirla.
En medio de la sala, que estaba tapizada con sedas, aparecía un lecho de mármol incrustado de perlas y cubierto con un mosquitero de raso.
Entonces vimos salir del lecho una joven tan bella como la luna. Y me dijo: «¡Marhaba! ¡Ahlan! ¡Ua sahlan! ¡Oh hermana mía, nos haces el mayor honor humano! ¡Anastina![1]. ¡Eres nuestro dulce
- ↑ Marhaba, ahlan, ua sahlan y anastina, son saludos de bienvenida, que no se pueden traducir literalmente. Vienen á significar: «¡Que nuestra acogida te sea cordial, amistosa y fácil!»