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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

mimos y bebimos hasta la saciedad. Y llegada la noche, me cogió y se tendió conmigo en el lecho. Y pasamos entrelazados la noche, uno en brazos de otro, hasta que fué de día.

Vivimos durante un mes en la alegría y en la felicidad. Y al concluir este mes, pedí permiso á mi marido para ir al zoco y comprar algunas telas. Me concedió este permiso. Entonces me vestí y llevé conmigo á la vieja, que se había quedado en la casa, y nos fuimos al zoco. Me paré á la puerta de un joven mercader de sedas que la vieja me recomendó mucho por la buena calidad de sus géneros y á quien conocía de muy antiguo. Y añadió: «Es un muchacho que heredó mucho dinero y riquezas al morir su padre.» Después, volviéndose hacia el mercader, le dijo: «Saca lo mejor y más caro que tengas en tejidos, que son para esta hermosa dama.» Y dijo él: «Escucho y obedezco.» Y la vieja, mientras el mercader desplegaba las telas, seguía elogiándolo y haciéndome observar sus cualidades, y yo le dije: «Nada me importan sus cualidades ni los elogios que le diriges, pues no hemos venido mas que á comprar lo que necesitamos, para volvernos luego á casa.»

Y cuando hubimos escogido la tela, ofrecimos al mercader el dinero de su importe. Pero él se negó á tomar el dinemimos y bebimos hasta la saciedad. Y llegada la noche, me cogió y se tendió conmigo en el lecho. Y pasamos entrelazados la noche, uno en brazos de otro, hasta que fué de día.

Vivimos durante un mes en la alegría y en la felicidad. Y al concluir este mes, pedí permiso á mi marido para ir al zoco y comprar algunas telas. Me concedió este permiso. Entonces me vestí y llevé conmigo á la vieja, que se había quedado en la casa, y nos fuimos al zoco. Me paré á la puerta de un joven mercader de sedas que la vieja me recomendó mucho por la buena calidad de sus géneros y á quien conocía de muy antiguo. Y añadió: «Es un muchacho que heredó mucho dinero y riquezas al morir su padre.» Después, volviéndose hacia el mercader, le dijo: «Saca lo mejor y más caro que tengas en tejidos, que son para esta hermosa dama.» Y dijo él: «Escucho y obedezco.» Y la vieja, mientras el mercader desplegaba las telas, seguía elogiándolo y haciéndome observar sus cualidades, y yo le dije: «Nada me importan sus cualidades ni los elogios que le diriges, pues no hemos venido mas que á comprar lo que necesitamos, para volvernos luego á casa.»

Y cuando hubimos escogido la tela, ofrecimos al mercader el dinero de su importe. Pero él se negó á tomar el dinero, y nos dijo: «Hoy no os cobraré dinero alguno; eso es un regalo por el placer y por el honor que recibo al veros en mi tienda.» Entonces le dije á la vieja: «Si no quiere aceptar el dine-