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Página:Las mil noches y una noche v1.djvu/256

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

la espada: «¡Oh valiente Saad! ¡Hiere á esa pérfida!» Y Saad levantó el acero. Y mi esposo me dijo: «Ahora di en alta voz tu acto de fe y recuerda las cosas y trajes y efectos que te pertenecen para que hagas testamento, porque ha llegado el fin de tu vida.» Entonces le dije: «¡Oh servidor de Alah el Óptimo! dame nada más el tiempo necesario para hacer mi acto de fe y mi testamento.» Después levanté al cielo la mirada, la volví á bajar y reflexioné acerca del estado mísero é ignominioso en que me veía, arrasándoseme en lágrimas los ojos, y recité llorando estas estrofas:


¡Encendiste en mis entrañas la pasión, para enfriarte después! ¡Hiciste que mis ojos velaran largas noches, para dormirte luego!

¡Pero yo te reservé un sitio entre mi corazón y mis ojos! ¿Cómo te ha de olvidar mi corazón, ni han de cesar de llorarte mis ojos?

¡Me habías jurado una constancia sin límite, y apenas tuviste mi corazón, me dejaste!

¡Y ahora no quieres tener piedad de ese corazón ni compadecerte de mi tristeza! ¿Es que no naciste mas que para ser causa de mi desdicha y de la de toda mi juventud?

¡Oh amigos míos! os conjuro por Alah para que cuando yo muera escribáis en la losa de mi tumba: «¡Aquí yace un gran culpable! ¡Uno que amó!»

¡Y el afligido caminante que conozca los sufrimientos del amor dirigirá á mi tumba una mirada compasiva!