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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

contó su historia y yo le conté la mía, después de los acostumbrados saludos. Y mi hermana Zobeida me dijo: «¡Oh hermana mía! nadie está libre de las desgracias de la suerte. ¡Pero gracias á Alah, ambas vivimos aún! ¡Permanezcamos juntas desde ahora! ¡Y sobre todo, que no se pronuncie siquiera la palabra «matrimonio»!

Y nuestra hermana Fahima vive con nosotras. Tiene el cargo de proveedora, y baja al zoco todos los días para comprar cuanto necesitamos; yo tengo la misión de abrir la puerta á los que llaman y de recibir á nuestros convidados, y Zobeida, nuestra hermana mayor, corre con el peso de la casa.

Y así hemos vivido muy á gusto, sin hombres, hasta que Fahima nos trajo al mandadero cargado con una gran cantidad de cosas, y le invitamos á descansar en casa un momento. Y entonces entraron los tres saalik, que nos contaron sus historias, y en seguida vosotros, vestidos de mercaderes. Ya sabes, pues, lo que ocurrió y cómo nos han traído á tu poder, ¡oh Príncipe de los Creyentes!

¡Esta es mi historia!»


Entonces el califa quedó profundamente maravillado, y...


En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.