con sus chanzas, que le convidaron á pasar la no- che en su compañía. El jorobado hubo de responder á esta oferta como era debido, uniéndose á ellos, y llegaron juntos á la casa. Entonces el sastre se apartó un momento para ir al zoco antes de que los . comerciantes cerrasen sus tiendas, pues quería comprar provisiones on que obsequiar al huésped. Compró pescado frito, pan fresco, limones, y un gran pedazo de halaua (1) para postre. Después volvió, puso todas estas cosas delante del jorobado, y todos se sentaron á comer. Mientras comían alegremente, I mujer del sas- tre tomó con los dedos un gran trozo de pescado y lo metió por broma todo entero en la boca del joro- bado, tapándosela con la mano para que no escu- piera el pedazo, y dijo: «¡Por Alah! Tienes que tra- garte ese bocado de una vez sin remedio, ó si no, no te suelto. >> Entonces, el jorobado, tras de muchos esfuerzos, acabó por tragarse el pedazo entero. Pero desgra- ciadamente para él, había decretado el Destino que en aquel bocado hubiese una enorme espina. Y esta espina se le atravesó en la garganta, ocasionándole en el acto la muerte. Al llegar á este punto de su relato, vió Schahra- zada, hija del visir, que se acercaba la mañana, y con su habitual discreción no quiso proseguir la his- (1) Halana, pasta blanca hecha con aceite de sésamo, azúcar, nueces, etcétera, en forma de panes grandes y semtesféricos.
Página:Las mil noches y una noche v2.djvu/108
Apariencia