punto, Chamseddin dijo á Nureddin: «Cuando, gra- cias á Alah, nos hayamos unido con dos jóvenes, y la misma noche nos acostemos con ellas, y ha- yan parido el mismo día, y (¡si Alah lo quiere!) tu esposa dé á luz un niño y la mía una niña, tendremos que casar uno con otro á los dos pri- mos.» Y Nureddin repuso: «¡Oh hermano mio! ¿y qué piensas pedir entonces como dote á mi hijo para darle á tu hija?» Y Chamseddin dijo: «Pediré á tu hijo, como precio de mi hija, tres mil dinares de oro, tres huertos y tres de los mejores pueblos de Egipto. Y realmente esto será bien poca cosa, comparado con mi hija. Y si tu hijo no quiere acep- tar ese contrato, no habrá nada de lo dicho. >> Al oirlo, respondió Nureddin: «Pero ¿estás soñando? ¿Qué dote quieres pedirle á mi hijo? ¿Has olvidado que somos dos hermanos, y hasta dos visires en uno solo? En vez de esas exigencias, deberías ofre- cer como presente tu hija á mi hijo, sin pensar en pedirle ninguna dote. Además, ¿no sabes que el varón vale siempre más que la hembra? Y he aquí que el varón es mi hijo, ¿y aún aspiras á que lleve la dote, cuando es tu hija quien debiera traerla? Obras como aquel comerciante que no quiere ven- der su mercancía, y para asustar al parroquiano empieza por pedirle cuatro veces su precio.» En- tonces dijo Chamseddin: «Sin duda te figuras que tu hijo es más noble que mi hija, lo cual demuestra que careces en absoluto de razón y sentido común, y sobre todo de agradecimiento. Porque al hablar
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Apariencia