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Página:Las mil noches y una noche v2.djvu/164

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

la mano izquierda, me rogó que le acompañase al hammam, que se había reservado para él solo, pro- hibiendo entrar á los demás clientes. Y cuando lle- gamos al hammam se acercaron los criados del jo- ven, le ayudaron á desnudarse, cogiendo su ropa y dándole otra, limpia y nueva. Y al ver desnudo al joven, noté que carecía de mano derecha. Y me sor- prendió y apenó grandemente el descubrimiento. Y aumentó mi asombro cuando vi huellas de varazos en todo su cuerpo. Entonces el joven se volvió hacia mí, y me dijo: «¡Oh médico del siglo! No te asombre el verme como me ves, pues voy á contarte el mo- tivo, y oirás una relación muy extraordinaria. Pero tenemos que aguardar á estar fuera del hammam.» Después de salir del hammam llegamos al pala- cio, y nos sentamos para descansar y comer luego. Pero el joven me dijo: «¿No prefieres que subamos á la sala alta?» Y yo le contesté que sí, y entonces mandó á los criados que asaran un carnero y lo su- bieran á la sala alta, á la cual nos encaminamos. Y los esclavos no tardaron en subir el carnero asado y toda clase de frutas. Y nos pusimos á comer, y él siempre se servía de la mano izquierda. Entonces yo le dije: «Cuéntame ahora esa historia.» Y él con- testó: «¡Oh médico del siglo, te la voy á contar! Es- cucha, pues. Sabe que nací en la ciudad de Mossul, donde mi familia figuraba entre las más principales. Mi pa- dre era el mayor de los diez vástagos que dejó mi