Relato del sastre
Sabe, pues, ¡oh rey del tiempo! que antes de mi aventura con el jorobado me habían convidado en una casa donde se daba un festin á los principa- les miembros de los gremios de nuestra ciudad: sastres, zapateros, lenceros, barberos, carpinteros y otros. Y era muy de mañana. Por eso, desde el amane- cer, estábamos todos sentados en corro para des- ayunarnos, y no aguardábamos mas que al amo de la casa, cuando le vimos entrar acompañado de un joven forastero, hermoso, bien formado, gentil y vestido á la moda de Bagdad. Y era todo lo hermo- so que se podía desear, y estaba tan bien vestido como pudiera imaginarse. Pero era ostensiblemente cojo. Luego que entró adonde estábamos, nos descó la paz, y nos levantamos todos para devolverle su saludo. Después íbamos á sentarnos, y él con nos- otros, cuando súbitamente le vimos cambiar de color y disponerse á salir. Entonces hicimos mil esfuerzos para detenerle entre nosotros. Y el amo de la casa insistió mucho y le dijo: «En verdad, no entendemos nada de esto. Te ruego que nos digas qué motivo te impulsa á dejarnos.» Entonces el joven respondió: «¡Por Alah te su-