en ellas que en mi era nativo el valor y la virili- dad, y mi amor al silencio y á la compostura, y mi odio á la indiscreción y á la impertinencia, á pesar de lo que diga ese joven cojo que estaba ahí hace un momento, y á quien salvé de toda clase de calamidades, el Emir dijo: «¡Oh venerable jeique, barbero espiritual é ingenio lleno de gravedad y de sabiduría! Dime: ¿y tus seis hermanos son como tú? ¿Te igualan en prudencia, talento y discreción?>> Y yo respondi: «¡Alah me libre de ellos! ¡Cuán poco se asemejan á mí, oh Emir de los Creyentes! ¡Aca- bas de afligirme con tu censura al compararme con esos seis locos que nada tienen de común conmigo, ni de cerca ni de lejos! Pues por su verbosidad im- pertinente, por su indiscreción y por su cobardía, se han buscado mil disgustos, y cada uno tiene una deformidad fisica, mientras que yo estoy sano y completo de cuerpo y espiritu. Porque, efectiva- mente, el mayor de mis hermanos es cojo; el se- gundo, tuerto; el tercero, mellado; el cuarto, ciego; el quinto, no tiene narices ni orejas, porque se las cortaron, y al sexto le han rajado los labios. Pero joh Emir de los Creyentes! no creas que exagero con esto mis cualidades, ni aumento los defectos de mis hermanos. Pues si te contase su historia, verías cuán diferente soy de todos ellos. Y como su historia es infinitamente interesante y sabrosa, te la voy á contar sin más dilaciones.
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Apariencia