correazos, hasta que perdió el conocimiento. Y después le montaron en un burro, poniéndole al re- vés, de cara al rabo, y le hicieron dar la vuelta á todos los zocos, hasta que lo llevaron al wali, que les preguntó: «¿Quién es ese hombre?» Y ellos con- testaron: «Es un desconocido que salió súbitamente de casa del gran visir. Y lo hemos hallado en este estado.» Entonces el wali mandó que le diesen cien latigazos en la planta de los pies, y lo desterró de la ciudad. Y yo joh Emir de los Creyentes! corrí en busca de mi hermano, me lo traje secretamente y le di hospedaje. Y ahora lo sostengo á mi costa. Comprenderás que si yo no fuera un hombre lleno de entereza y de cualidades, no habría podido so- portar á semejante necio.
Pero en lo que se refiere á mi tercer hermano, ya es otra cosa, como vas á ver.