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Página:Las mil noches y una noche v2.djvu/50

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

lafrenero, lleno de terror, no pudo articular pala- bra. Y el efrit le dijo: «¡Responde, ó te haré morder tus excrementos!» Entonces, el jorobado, todo tem- bloroso por esta terrible amenaza, pudo decir: «¡Por Alah! ¡Yo no tengo la culpa, pues sabe que me han obligado! Y además, ¡oh poderoso soberano de los búfalos! yo no iba á adivinar que la joven tuviese un búfalo por amante. Pero juro que me arrepiento y que pido perdón á Alah y á ti.» Entonces el efrit le dijo: «Vas á jurar por Alah que obedecerás mis órdenes.» Y el jorobado se apresuró à jurar, y el efrit le dijo: «Pasarás aquí la noche, hasta que salga el sol, y no te marcharás hasta esa hora. Pero sobre todo, no digas una palabra de esto, si no quie- res que te rompa la cabeza en mil pedazos. Y no vuelvas á poner los pies en esta parte del palacio, ni á acercarte al harén, porque te repito que he de aplastarte la cabeza y hundirte en el pozo negro.» Y luego añadió: «Ahora voy á ponerte en una pos- tura, y no te moverás hasta el amanecer.» Enton- ces el búfalo agarró con los dientes al palafranero y lo metió de cabeza en el agujero del retrete, sin dejarle fuera mas que los pies. Y le repitió: <<¡Mu- cho cuidado con hacer ni un movimiento!>> Y des- apareció en seguida. Y esto es todo lo que le acaeció al jorobado. Por su parte, Hassán Badreddin El-Bassraui, de- jando que se las entendiesen el efrit y el jorobado, atravesó los aposentos particulares y entró en la cámara nupcial, yendo á sentarse en el testero. Y