con el jorobado?» Y ella contestó: «Por Alah sobre ti, joh padre mio! No me hables más del jorobado. ¡Confundalo Alah, á él, á su padre, á su madre y á toda su familia! Sabe de una vez que estoy ente- rada de la superchería que inventaste para defen- derme del mal de ojo.» Y dió á su padre todos los pormenores de la boda y de cuanto le había ocu- rrido aquella noche, añadiendo: «¡Qué bien lo pasé sintiendo en mi regazo á mi adorado esposo, el hermoso joven de exquisitas maneras y espléndi- dos y negros ojos y de arqueadas cejas!>>
Oído esto, gritó el visir: «Pero hija, ¿estás loca? ¿sabes lo que dices? ¿Dónde se halla el joven á quien llamas tu esposo?» Y Sett El-Hosn respondió: «Ha ido al retrete.» Entonces, el visir, muy alarma- do, se precipitó afuera de la habitación, y corrien- do hacia el retrete, se encontró al jorobado que seguía inmóvil, con los pies hacia arriba y la ca- beza dentro del agujero. Estupefacto hasta más no poder, exclamó el visir: «¿Qué veo? ¿Eres tú, joro- beta?» Y como no le contestase, repitió esta pre- gunta en voz más alta. Pero el jorobado tampoco quiso contestar, porque seguia aterrado, creyendo que quien le hablaba era el efrit...
En este momento de su narración, Schahrazada
vió aparecer la mañana, y se calló discretamente