dormido dentro de su cárcel. Entonces dispuso que cargasen la caja en un camello y dió la orden de partir, no deteniéndose hasta llegar al palacio. Y fué entonces cuando quiso revelárselo todo á su hija y á su cuñada. Y dijo á su hija Sett El-Hosn: <¡Loado sea Alah, que nos ha permitido encontrar á tu primo Hassán Badreddin! ¡Ahi le tienes! ¡Mar- cha, hija mía, y sé feliz! Y procura colocar los muebles, los tapices y todo lo de la casa y de la cámara nupcial exactamente lo mismo que estaban la noche de tus bodas.» Y Sett El-Hosn, casi en el límite de la emoción, dió al momento las órdenes necesarias, y sus siervas se levantaron en seguida, y pusieron manos á la obra, encendiendo los can- delabros. Y el visir les dijo: «Voy á auxiliar vues- tra memoria.» Y abrió un armario, y sacó el papel con la lista de los muebles y de todos los objetos, con la indicación de los sitios que ocupaban. Y fué leyendo muy detenidamente esta lista, cuidando que cada cosa se pusiera en su lugar. Y tan á ma- ravilla se hizo todo, que el observador más inteli- gente se habría creído aún en la noche de la boda de Sett El-Hosn con el jorobado. En seguida el visir colocó con sus propias ma- nos las ropas de Hassán donde éste las dejó: el turbante en la silla, el calzoncillo en el lecho, los calzones y el ropón en el diván, con la bolsa de los mil dinares y el contrato del judio, volviendo á coser en el turbante el pedazo de hule con los pa peles que contenía.
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