sará con ella; pero á quien no la venza, se le cortará la cabeza.»
Entonces el muchacho entró sin vacilar al aposento del rey, y le dijo: «Quiero luchar con tu hija para medir mis fuerzas con las suyas.» Y el rey le contestó: «¡Oh hijo mio! ¡si quieres hacerme caso, vete! ¡Cuántos hombres más fuertes que tú han venido y han sido vencidos por mi hija! Da lástima matarte.» A lo cual contestó el muchacho: «Quiero que me venza, que me corten la cabeza y que la cuelguen á la puerta.» Y dijo el rey: «Está bien; escríbelo así y estampa tu sello en el papel,» Y el muchacho lo escribió y lo selló.
Inmediatamente extendieron una alfombra en el patio interior, y la joven y el muchacho llegaron al terreno, y se cogieron uno a otro por en medio del cuerpo, y juntaron sus axilas. Y lucharon enlazados maravillosamente. Y tan pronto la cogía el muchacho y la derribaba en tierra, como se erguía ella cual una serpiente, y le derribaba á su vez. Y continuó él derribándola y ella derribandole durante dos horas de lucha, sin que ninguno de los dos pudiera hacer que el adversario tocase con los hombros en el suelo. Entonces se enfadó el rey al ver que su hija no se distinguía aquella vez. Y dijo: «Basta por hoy. Pero mañana vendréis otra vez para luchar sobre el terreno.»
Luego el rey los separó y volvió á sus habitaciones, y llamó á los médicos de palacio y les dijo: «Esta noche, mientras duerme, haréis aspirar bang