todas partes, en todos los rincones y escondrijos, de arriba á abajo, sin perdonar un cofre, un agujero ni un armario. Y mientras duraron las pesquisas, no dejé de vislumbrar, á medida que huía ella de una habitación á otra para escapar de miradas extrañas, á la encantadora gacela de quien su semejante estaba enamorada. Y pensé para mi: «¡Maschalah, ua bismilah! ¡Y el nombre de Alah sobre ella y alrededor de ella! ¡Qué rama tan flexible! ¡Qué elegancia y qué hermosura! ¡Bendito sea el seno que la ha llevado, y loores al Creador, que la ha moldeado en el molde de la perfección!» Y comprendí hasta cierto punto por qué una joven así podía subyugar á otra semejante á ella, pues me dije: ¡El botón de rosa se inclina hacia el botón de rosa y el narciso hacia el narciso!» Y me alegró tanto aquello, que hubiera querido comunicárselo sin tardanza á la joven prodigiosa, á fin de que me diese ella su aprobación y no me considerara desprovisto en absoluto de pensamientos delicados y de discernimiento.
Y he aquí que de tal suerte llegamos hasta la cocina, acompañados del kadi, que estaba más furioso que nunca, sin encontrar nada sospechoso y sin descubrir ningún rastro ni vestigio de la mujer.
Entonces, siguiendo las instrucciones de la docta maestra, fingí que estaba muy avergonzado de mi arbitrario proceder, y me excusé ante el kadi, que se regocijaba con mi azoramiento, y me humillé á él. Pero todo ello tenía por objeto dar el golpe pre-