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Página:Las mil noches y una noche v22.djvu/94

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

llo, se puso ella á gritar: «¡Oh musulmanes, socorredme!» Y el ogro empezó á pegarla, mientras de todas partes acudían los hombres del barrio. Y gritaba: «Aunque esté en el séptimo planeta, me la tienes que devolver, joh instrumento de zorras viejas!» Y esto es lo referente á la vieja celadora del hammam y á la vieja vendedora de altramuces.

Pero he aquí ahora lo que atañe á Dalal. Una vez que salió del hammam y consiguió burlar la vigilancia del ghul, siguió andando para volver á su país. Y cuando estuvo á bastante distancia de la ciudad, encontró un arroyuelo, en donde se lavó manos, cara y pies, y se dirigió á una morada que se erguía muy cerca de allí, y que era el palacio de un rey.

Y se sentó junto al muro del palacio. Y una esclava negra, que había bajado para hacer un recado, la vió, y subió á decir á su señora: «¡Oh mi señora! Si no fuera por el miedo y el terror que te tengo, te diría, sin temor á mentir, que abajo hay una mujer más bella que tú.» La señora contestó: «Está bien. Ve á decirle que suba.» Y la negra bajó y dijo á la joven: «Ven á hablar con mi señora, que te llama.» Pero Dalal contestó: «¿Acaso mi madre es una esclava negra, ó mi padre un negro, para que suba yo con las esclavas?» Y la negra fué á contar á su señora lo que le había dicho Dalal. Entonces la señora envió á una esclava blanca, diciendo: «Ve tú á llamar á esa mujer que está abajo.» Y la esclava blanca bajó y dijo á Dalal: «Ven