hay que separarlos desde ahora, porque es muy pe- ligroso acercar la leña al fuego. Así, pues, tu hija no saldrá de las habitaciones de las mujeres, ni se descubrirá la cara, porque ya no está en la edad en que las muchachas pueden salir descubiertas. ¡Y sobre todo cuida de que no se vean, pues en cuanto haya el menor motivo, impediré para siem- pre á ese joven que se deje llevar de los instintos de su perversidad!»
Nozhatú, en cuanto su marido se marchó, se puso á llorar, buscó á su sobrino Kanmakán, y le enteró de todo. Después dijo: «¡Sabe, ¡oh sobrino mio! que sin embargo te facilitaré que puedas ha- blar con Fuerza del Destino, pero con una puerta por medio! ¡Por lo tanto, ten paciencia hasta que Alah se compadezca de ti!» Pero Kanmakán sintió que toda su alma se trastornaba al oir aquella noti- cia. Y exclamó: «¡No viviré ni un momento más en un palacio en el cual debería ser yo el único que mandase! ¡Y tampoco sufriré por más tiempo que las piedras de esta casa presencien mis humillacio-* nes!» En seguida se despojó de su traje, se cubrió la cabeza con un gorro de saaluk, se echó sobre los hombros un viejo manto de nómada, y sin tomarse tiempo para despedirse de su madre ni de su tía, se dirigió apresuradamente hacia las puertas de la ciudad. Y como provisiones para el camino, sólo llevaba en el saco un pan de tres días. Apenas se abrieron las puertas de la ciudad, fué el pri- mero que las franqueó, y se alejó á muy buen