exclamó: «¡Oh joven heroico! ¡por los ojos de tu amada Fuerza del Destino te ruego que me perdo- nes la vida! ¡Si lo haces así, seré el más sumiso de tus esclavos!» Entonces Kanmakán lo dejó en tie- rra, y le dijo: «¡Me has desarmado con ese juramen- to!» Y se sentaron ambos á la orilla del río. Entonces el beduino sacó de su alforja un pan de cebada, lo partió, dió la mitad á Kanmakán con un poco de sal, y su amistad se consolidó para siempre. En se- guida Kanmakán le preguntó: «Compañero: ahora que sabes quién soy, ¿quieres decirme tu nombre y el de tus padres?» Y el beduino dijo:
«Soy Sabah ben-Remah beu-Hemam, de la tribu de Taim, en el desierto de Scham. Y he aquí mi his- toria en pocas palabras:
»Era yo de muy corta edad cuando murió mi pa- dre. Y fui recogido por mi tío y criado en su casa, al mismo tiempo que su hija Nejma. Y me enamoré de mi prima Nejma, y Nejma se enamoró de mí. Y cuando tuve edad para casarme, la quise por es- posa; pero su padre, al verme pobre y sin recursos, no consintió nuestra boda. Y ante las amonestacio- nes de los principales jefes de la tribu, mi tio se allanó á prometerme à Nejma por esposa, con la condición de ofrecerle una dote compuesta de cin- cuenta caballos, cincuenta camellos, diez esclavas, cincuenta cargas de trigo y cincuenta de cebada, y más bien más que menos. Entonces comprendí que la única manera de constituir la dote de Nejma era salir de mi tribu é irme lejos para atacar á los mer-