Y á este efecto, vengo hacia ti trayendo ricos re- galos y cosas suntuosas, para demostrarte el entu- siasmo con que desea mi señor poder llamarte su suegro. Quisiera saber de tu boca si compartes igual- mente ese deseo, y si le quieres otorgar el objeto de sus ansiedades.»
Cuando el rey Zahr-Schah oyó este discurso del visir, se levantó y se inclinó hasta el suelo. Y los chambelanes y los emires llegaron hasta el límite del asombro al ver al rey manifestar tanto respeto á un simple visir. Pero el rey siguió de pie delante del visir, y le dijo: «¡Oh visir dotado de tacto, de sabiduría, de elocuencia y de grandeza! Escucha lo que voy a decirte: ¡me considero como un simple súbdito del rey Soleimán-Schah, y me parece el mayor honor poderme contar entre los miembros de su familia! ¡De modo que mi hija ya no es en adelante mas que una esclava entre sus esclavas, y desde este mismo instante es su cosa y su propie- dad! ¡Y tal es mi respuesta á la demanda del rey Soleimán-Schah, soberano de todos nosotros, señor de la Ciudad Verde y de las montañas de Ispahán!» E inmediatamente mandó llamar á los kadies y los testigos, que redactaron el contrato de casa- miento de la hija del rey Zahr-Schah con el rey So- leimán Schah. Y el rey, muy dichoso, se llevó el contrato á los labios, y recibió las felicitaciones y los votos de los kadies y los testigos, colmando á todos de sus favores. Dió grandes fiestas para hon- al visir, y grandes diversiones públicas que dilata-