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CUENTOS ÁRABES.

estar de pie de pie se quede.» El visir Fares se sentó entonces con algunos de los suyos, y los sirvientes se mantuvieron de pie para servirles. Senta dos que fueron, cubrieron la mesa de manjares y todos empezaron á comer.

Al cabo de un rato, dirigiéndose Salomón al visir de Egipto, le rogó que le refiríese el motivo porqué había emprendido un viaje tan largo y penoso; pero no lo digas,» prosiguió, «yo mismo te lo voy á decir. El rey Asem es muy viejo, y Dios no le ha concedido ningún hijo, cosa que lo desconsuela día y noche. Un día que estaba sentado en su solio, se llegaron á visitarle los visires, príncipes y grandes de su reino, cada uno con un hijo suyo ó mas á su lado. En eso dijo el afligido rey entre si: «¿Quién me sucederá tras mi muerte? Ciertamente que no puede menos de ser un extraño, y las gentes se olvidarán de mi cual si yo no hubiese existido. Mantúvose un rato embebido en tan tristes pensamientos hasta que le saltaron las lágrimas de los ojos; en este punto se tapó la cara con el pañuelo y echó á llorar amargamente, bajó del solio, se echó en el suelo y exhaló nuevos gemidos y sollozos; y solo el Dios omnipotente sabia lo que pasaba en lo íntimo de su pecho. Entonces sus servidores mandaron despejar el salon diciendo á los circunstantes: «Marchaos, que el sultán está malo.» Con esto se fueron todos, no quedando mas que tú al lado del rey; y tú te postraste ante él, y