ño del hogar, para la administracion doméstica, para el cuidado de los hijos, cuando ha sido ella la que ha trasmitido de jeneracion en jeneracion las nobles virtudes que constituyen los distintivos esenciales de nuestro carácter: el amor a la patria que principia en la familia, el valor personal hijo de las convicciones heróicas, la moralidad pública i privada, fruto de los buenos ejemplos.
Por mas amigas del lujo i de la ostentacion que sean nuestras mujeres, son siempre económicas i arregladas. Hai órden en su derroche: entre nosotros no se ven maridos arruinados por sus esposas, ni padres arruinados por sus hijas; pero se ven frecuentemente mujeres arruinadas por sus esposos i padres arruinados por sus hijos. Entre nosotros la mujer es siempre lo que el hombre quiere que sea.
Pero las mas nobles cualidades del carácter de la mujer chilena permanecieron desconocidas hasta la grandiosa época de la revolución. Fué solo entónces cuando se presentó en todo su relieve el alma de la mujer chilena. De en medio de la atmósfera conventual en que habia vivido, de entre el misticismo de la edad co-