jer en los años de su espléndida juventud!
I el corazon de esta mujer admirable era todavía mas hermoso que su fisonomía: tierna, sensible, enamorada de su esposo, hizo del matrimonio una vida de sacrificios i de esfuerzos heróicos. Sus cartas escritas en los dias de proscripcion son conmovedoras i afectuosas i revelan en cada línea la profunda pasion que la dominaba; leyéndolas ahora, despues de medio siglo, uno cree sentir el calor de aquel gran corazon.
No fué menor el asombro que otros ilustres viajeros experimentaron en presencia de Javiera Carrera. «Parecía una reina destronada», dice uno que la conoció en sus últimos tiempos. En efecto, pocos nombres femeninos de la historia americana están envueltos en una atmósfera de gloria i desgracia semejante a la que rodea al de Javiera Carrera. Un nacimiento ilustre, una belleza de reina que hacia inclinarse ante ella a los mas indomables capitanes de la revolucion, una frente elevada que nunca consiguieron inclinar las tremendas desgracias que la azotaron, ojos en los cuales centelleaban todas las borrascas del alma, un