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ble: si se empeñaba en ser su tía, ¿por qué no? Le daba absolutamente lo mismo. Las palabras no tenían para él la importancia que para las personas mayores. Pero su ex mamá no lo comprendía y se puso a explicarle cómo era que antes había sido su mamá y ahora no era mas que su tía.

—Hace mucho tiempo, mucho tiempo, cuando tú eras todavía muy pequeño...

—¿Así?—y levantó su mano a veinte centímetros de la mesa.

—No, todavía más pequeño.

—¿Como nuestro gatito?—preguntó Valia lleno de alegría.

Hablaba de su gato blanco que le habían dado recientemente y que era tan pequeño que se colaba fácilmente, con sus cuatro patitas, en un platillo.

—Sí.

Tuvo una risa feliz, pero en el mismo instante tomó su aire grave habitual y con la condescendencia de un hombre que se acuerda de las faltas de su juventud observó:

—¡Qué mono debía ser yo entonces!

Pues bien, cuando él era aún pequeño y mono, como su gatito, aquella mujer le había llevado allí y le había regalado para siempre... igual que a un gatito. Y ahora, cuando ya era grande e inteligente, le quería recobrar.

—¿Quieres irte a tu casa?—preguntó la ex mamá.

Y se puso roja de alegría cuando Valia dijo resueltamente y con aire grave: