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Plutarco.—Las vidas paralelas.

dados temor y confusion. Determinóse por tanto no aguardar alll más tiempo; y los de la familia del Rey se adelantaron á querer enviar cómodamente sus efectos y equipajes, impidiéndoselo á los demas; pero inquietos éstos, los atropellaron en la misma salida y saquearon los equipajes, dándoles á ellos muerte. Allí el general Dorialo, que no tenía sobre sí otra cosa de algun precio que la púrpura, pereció por quitársela; y el sacrificador Hermao fué pisoteado en el recinto de la puerta. El mismo Mitridates, no habiéndole quedado ni sirviente ni palafrenero alguno, tuvo que salir del campainento mezclado con la muchedumbre, sin tener ni uno siquiera de sus caballos; y sólo habiéndole visto al cabo de tiempo, cuando así era arrebatado por el torrente de aquel tropel, uno de sus eunucos llamado Tolomeo, que tenía caballo, echó pié á tierra y se lo cedió. Porque ya los Romanos le alcanzanban siguiéndole de cerca; y por la priesa no habrian dejado de cautivarle, yendo ya casi á echarle mano; sino que la codicía y el ansia propia de los soldados, quitó á los Romanos una presa tras la que andaban largo tiempo habia, sufriendo por ella muchos combates y peligros; y á Lúculo le privó del verdadero premio de su victoria; pues cuando ya tenian á la vista y estaban para llegar al caballo que le conducia, presentándoseles una de las acémilas que iban cargadas de oro, ó porque el Rey de intento la pusiese delante á los que le perseguian, ó porque la casualidad lo hiciese, detenidos á saquear y robar el oro, altercando unos con otros, con este incidente se atrasaron. Ni fué éste sólo el daño que en aquella ocasion se originó á Lúculo de la avaricia de los soldados; sino que habiendo sido apresado el secretario fatimo del Rey, Calistrato, les dió órden de que se le llevasen; y los que le llevaban, habiendo entendido que tenía en el ceñidor quinientos áureos, le quitaron la vida; y áun tuvo, sin embargo, que condescender con que saquearan el campamento.