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Plutarco.—Las vidas paralelas.

tan justamente celebrada, ni de un imitador de Jenócrates, sino de uno que se inclina á la escuela de Epicuro. Cosa por cierto bien extraña, pues que por términos contrarios la juventud de Cimon parece haber sido reprensible y suelta, y la de Lúoulo aplicada y sobria. De estas mudanzas la más laudable es la que se hizo en mejor, porque tambien es índole más apreciable aquella en que envejece y decae lo malo, y lo bueno florece y persevera. Con haberse hecho ricos ambos de un mismo modo, no del mismo modo usarou de la riqueza: porque no es razon comparar con la muralla austral de la ciudadela, concluida con los caudales que trajo Cimon, aquellas viviendas de Nápoles y aquellos miradores deliciosos que edificó Lúculo con los despojos de los bárbaros; ni debe ponerse en colejo con la mesa de Cimon la de Lúculo: con la que era republicana y modesta, la que era regalada y propia de un sátrapa; pues la una con poco gasto mantenia diariamente á muchos; y la otra consumia grandes caudales con unos pocos dados á la glotonería: á no ser que el tiempo fuese la causa de esta diferencia, pues no sabemos, á haber caido Cimon despues de sus hazañas y de sus expediciones en una vejez distante de la guerra y de los negocios de república, si habria llevado todavía una vida más muelle y más entregada á los placeres: porque era aficionado á beber, amigo de reuniones y censurado, como hemos dicho, en punto á mujeres; y los triunfos y felices sucesos, así en lo político como en la guerra, procurando otros placeres, no dejan lugar á los malos deseos, ni siquiera dejan que nazca la idea en los que son por carácter emprendedores y ambiciosos:

por tanto, si Lúculo hubiera continuado hasta la muerte combatiendo y mandando ejércitos, me parece que ni el más severo y rígido censor habia de haber encontrado que reprender en él. Esto por lo que toca al tenor de vida de ambos.

En las acciones de guerra es indudable que uno y otro