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Plutarco.—Las vidas paralelas.

todas partes, comunicándoselos unos á otros. Dícese, pues, que de los que por fin pudieron volver salvos á sus casas muchos visitaron con el mayor reconocimiento á Eurípides; y'le manifestaron, unos que hallándose esclavos habian conseguido libertad enseñando los fragmentos de sus poesías, que tenian de memoria, y otros que, dispersos y errantes despues de la batalla, habian ganado el alimento cantando sus versos; lo que no es de admirar, cuando se refiere que refugiado á uno de aquellos puertos un barco de la ciudad de Cauno perseguido de piratas, al principio. no lo recibieron, sino que le hacian salir, y que despues, preguntando a los marineros si sabian los coros de Eurípides, y respondiendo ellos que sí, con solo esto cedieron y les dieron puerto.

La noticia de aquella desgracia se dice habérseles hecho increible á los Alenienses, por la persona y el modo en que fué anunciada: pues á lo que parece arribó un forastero al Pireo, y entrando en la tienda de un barbero, comenzó a hablar de lo sucedido, como de cosa que ya debia saberse en Atenas. Oido que fué por el barbero, subió corriendo á la ciudad, ántes que ninguno otro pudiera tener conocimiento; y dirigiéndose á los Arcontes al punto les dió en la misma plaza parte de lo que le habian contado. Siguióse la consternacion é inquietud que era natural; y convocando los Arcontes á junta, le hicieron presentarse en ella; y como preguntado por quién lo sabía, no bubiese podido decir cosa que satisfaciese, teniéndole por un forjador de embustes, que trataba de afligir la ciudad, le ataron á una rueda, en la que fué atormentado por largo tiempo hasta que llegaron personas que refirieron toda aquella tragedia como había pasado. ¡Tanto fué lo que les costó creer que á Nicias le habian sobrevenido los infortunios que tantas veces les habia pronosticado!