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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Levantó en seguida trincheras contra Nora, y dejando la fuerza correspondiente, se retiró. Sitiado Eumenes, guardaba aquel recinto, dentro del cual tenía trigo en abundancia, agua y sal; pero fucra de esto ningun otro comestible, ni con qué condimentarle. Mas á pesar de todo áun hizo alegre la vida á los que le acompañaban, teniéndolos por días á su mesa, y sazonando la comida con una conversacion y afabilidad llena de gracia. Su semblante era tambien dulce y en pada parecido al de un guerrero agobiado con las armas, sino alegre y risueño; y, en fin, ea todo su cuerpo se mostraba erguido y alentado, pareciendo que con cierto arte guardaban entre si una admirable simetría todos los miembros. No era elegante en el decir; pero sí gracioso y persuasivo, como se puede colegir de sus carlas. Lo que más mortificaba á los que tenía consigo era la angostura á que estaban reducidos, siéndoles preciso vivir apiñados en casas muy pequeñas, y en un recinto que no tenía más que dos estadios de circunferencia, y tomar el alimento sin ningun ejercicio, manteniendo tambien ociosos á los caballos. Queriendo, pues, no sólo librarlos del fastidio que en la inaccion los consumia, sino tenerlos ejercitados para la fuga, si acaso llegaba el tiempo, á los hombres les señaló para paseo el edificio más capaz de todo aquel terreno, que, sin embargo, no tenía más que catorce codos de largo, encargándoles que fueran por grados aligerando el paso. A los caballos los hizo atar al techo con recias sogas que pasando por el arranque del cuello los tenian en el aire, levantándolos más ó ménos por medio de una polea: púsolos, pues, de modo que con los piés traseros se apoyaban en el suelo; pero con los delanteros cuanto tocaban en él con la puntita del casco.

Soliviados en esta disposicion, los mozos de cuadra los hostigaban con gritos y latigazos; con lo que, llenos de ardor y de ira, se levantaban y agitaban sobre los piés; y para sentar en firme las manos y pisar el pavimento tenian