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Plutarco.—Las vidas paralelas.

mediano esmero; y en Esparta fomentaba los coros y los combates con presenciarlos siempre, con manifestar celo y cuidado acerca de ellos, y con no faltar á las reuniones de los jóvenes ni á las de las doncellas; pero en cuanto á objetos que excitaban la admiracion de los demas, hacía como que ni siquiera sabía lo que eran. Así, en una ocasion Calipides, célebre actor de tragedias, que tenía en toda la Grecia grande nombre y fama, y á quien todos guardaban consideracion, primero se presentó á saludarlo; despues se mezcló con sobrada confianza entre los demas compañeros de paseo, procurando que fijara en él la vista, creido de que le daria alguna muestra de aprecio; y últimamente le preguntó: ¿Cómo? ¿no me conoces, oh rey?» y entonces volviéndose á mirarle dijo: «¿No eres Calipides el diquelicta ó remedador?»» porque los Lacedemonios dan este nombre á los cómicos. Llamáronle una vez para que oyera á uno que imitaba el canto del ruiseñor; y se excusó diciendo que muchas veces habia oido á los ruiseñores. Al médico Menecrates, por haber acertado casualmente con algunas curas desesperadas, dieron en llamarle Júpiter, y él mismo no sólo se daba neciamente este sobrenombre, sino que se atrevió á escribir á Agesilao de este modo: «Menecrates Júpiter al rey Agesilao, salud y contentamiento;» y él le puso en la contestacion: «El rey Agesilao á Menecrates, juicio.» Habiéndose detenido en el país de Corinto, y tomado el templo de Juno, mientras estaba ocupado en ver cómo los soldados conducian y custodiaban los cautivos, le llegaron embajadores de Tebas solicitando su amistad; pero como siempre hubiese estado mal con este pueblo, y áun entónces le pareciese que convenia ajarlo, hizo como que no los veia ni entendia cuando se le presentaron. Mas sobrevinole un accidente desagradable que pudo parecer castigo: porque antes de retirarse los Tebanos le llegaron mensajeros con la nueva de que la armada habia sido derrotada por