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Plutarco.—Las vidas paralelas.

cuidado que si fuera terreno propio, del que se les abandonaba la posesion. Y bien pronto pudieron conocer cuán útil les habia sido este modo de portarse: porque las ciudades se pasaban á su partido apenas tocaron en la Tesalia, y los Griegos que están dentro de las Termópilas suspiraban por Tito, y le deseaban con vehemencia. Los Aqueos, separándose de la alianza de Filipo, determinaron hacerle la guerra con los Romanos; y los Opuncios, no obstante que siendo los Etolios decididos auxiliares de los Romanos deseaban tomar y conservar su ciudad, no les dieron oidos, sino que llamando ellos mismos á Tito se pusieron en su mano y se le entregaron á discrecion. Refiérese de Pirro que la primera vez que desde una atalaya pudo ver un ejército romano puesto en órden, exclamó que no le parecia harbárica la formacion de aquellos bárbaros; pues los que tuvieron ocasion de conocer á Tito casi hubieron de prorumpir en las mismas palabras: porque como los Macedenios les hubiesen informado de que se encaminaba á su país el general de un ejército bárbaro que todo lo trastornaba y esclavizaba con las armas, cuando despues se hallaban con un hombre jóven, afable en su semblante, griego en la voz y en el idioma, y ambicioso del verdadero honor, es increible cómo se tranquilizaban, y la benevolencia y amor que le conciliaban por las ciudades, que no tenian entonces un general interesado en su libertad. Pero luego que por haberse mostrado Filipo dispuesto á negociar, pasó á tratar con él, ofreciéndole paz y amistad con la condicion de dejar independientes á los Griegos y retirar las guarniciones, y éste no quiso convenir en ello, conocieron ya todos, áun los que más obsequiaban á Filipo, que los Romanos no venian á hacer la guerra á los Griegos, sino por amor de los Griegos á los Macedonios.

Pasábansele, pues, todos los pueblos sin oposicion; y habiendo entrado en la Beocia sin aparato de guerra, se le presentaron los primeros ciudadanos de Tebas, siendo en