mayor consternacion, tanto más que los que le acompañaban estaban ya desfallecidos de hambre, por entonces se desvió del camino, y emboscándose en una selva espesa, allí paso la noche con el mayor trabajo. Al dia siguiente, estrechado de la necesidad, y queriendo dar algun movimiento á su cuerpo antes que del todo se entorpeciese, empezo á discurrir por la ribera, alentando á los que le seguian, y pidiéndoles que no destruyesen con desmayar antes de tiempo su última esperanza, para la que se guardaba confiado en un antiguo aguero. Porque siendo todavía muy muchacho, y jugando por el campo, recibió en su manto el nido de una águila arrojado por el viento, en el cual habia siete polluelos. Viéndolo sus padres, y leniéndolo á maravilla, consultaron á los agoreros, y éstos respondieron que vendria á ser el más ilustre entre los hombres, y no podria ménos de ejercer siele veces el principal mando y magistratura. Unos dicen que efectivamente le sucedió esto á Mario; pero otros sostienen que los que se lo oyeron en aquella fuga, y le dieron crédito, escribieron una narracion del todo fabulosa, porque el águila no pone más de dos huevos: por tanto, que tambien se engañó Museo en decir de esta ave.
Pone tres, saca dos y el uno cria.
Mas todos convienen que en la fuga y en todos sus grannes conflictos se le oyó decir muchas veces á Mario que habia de llegar al sétimo Consulado.
Estando ya como á unos veinte estadios de Minturnas, ciudad de la Italia, ven una partida de caballería que se dirigia bácia ellos, y casualmente dos barcos que pasaban.
Dan, pues, á correr hácta el mar, segun á cada uno le ayudaban sus piés y sus fuerzas; y haciendo cuanto pueden, se acercan a las naves, de las cuales toma una Granio, y pasa á la isla que estaba enfrente, llamada Enaria. A Mario,