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Plutarco.—Las vidas paralelas.

que pudiese estar con la mayor tranquilidad. Rogóle Mario que así lo hiciese, y llevándole á la laguna, mandóle que se tendiese en una profundidad próxima al rio, y le echó encima mucha cañas y ramaje de las demas plantas, todo ligero y puesto de manera que no pudiera ofenderie.

No se había pasado largo rato cuando siente ruido y alboroto que venía de la choza; y era que Geminio habia enviado mucha gente en su persecucion, de la cual algunos habian llegado allí por casualidad, y atemorizaban y reñian al anciano, haciéndole cargo de haber amparado y haber ocultado á un enemigo de los Romanos. Levantándose, pues, Mario y desnudándose, se metió en la laguna, que no tenía más que agua sucia y cenagosa: asi no pudo ocultarse á los que le buscaban, sino que le sacaron desnudo y cubierto de cieno como estaba, y llevándole á Minturnas, le entregaron a los magistrados; porque se habia pregonado por toda la ciudad un edicto acerca de Mario, en que se prevenia que públicamente se le persiguiese y matase.

Creyeron con todo los magistrados que debian tomarse algun tiempo para deliberar, y depositaron á Mario en casa de una mujer llamada Fanía, que parecia no estar bien con él por causa anterior. Estaba casada Fanía con Tinio, y separada de él pedia sa dote, que era cuantiosa: acusábala éste de adulterio, y fué juez en esta caasa Marie en su sexto Consulado. Celebrando el juicio, se halló que Fania era de mala conducta; pero que el marido se casó con ella sabiéndolo, y habian vivido mucho tiempo juntos; por lo que Mario miró mal á ambos, y al marido le mandó que volviese la dote, y á ella para afrenta la condenó en la multa de cuatro ases. Pues con todo Fanía no se portó como mujer á quien se hubiese hecho una injusticia, sino que luego que vió á Mario, muy distante de hacerle el menor mal, no miró sino á su situacion, y le dió ánimo. Celebróla Mario, y díjole que estaba confiado, porque había visto una buena señal, que era la siguiente. Cuando le llevaban